Continuando con la ambientación de las
historias de la misteriosa Ruta 10, rescato otro impactante relato, esta vez
ilustrado con un dibujo que responde a la descripción del testigo. Vale la pena
rescatar estos archivos del Centro de Estudios UFO, porque sin dudas muestran
una realidad insoslayable de una región considerada “caliente” por los
investigadores, que nos plantea un sinnúmero de preguntas sobre las que
trabajamos para poder entender un fenómeno que “está ahí”.
“Nunca vi un animal
así. Lo miré durante 15 minutos con la mira telescópica y al final me decidí y
le disparé”, aseguró el testigo que vivió una extraña experiencia en medio del
misterioso monte de La Pampa.
El hecho sucedió a mediados de septiembre de 2008, cuando el testigo _del que por expreso pedido reservamos la identidad_ se instaló en un cómodo apostadero a la espera de “un chancho jabalí o un ciervo”. La noche estaba clara alumbrada por una luna espectacular que por momentos da la sensación que tiende un manto celeste sobre el monte. “Fui a eso de las 10 de la noche y el “bicho” apareció cerca de la media noche”.
El testigo afirmó “no lo escuché llegar, me dio la sensación que venía flotanto… y se detuvo en la aguada”.
Aseguró que “no tomó agua en ningún momento” y que sólo permanecía mirando atentamente hacia la vivienda. Advirtió que el caballo “nochero” relinchaba nervioso en las inmediaciones como anunciando la presencia de algo extraño, mientras a la distancia se escuchaban los ladridos insistentes de los perros de la estancia.
“Siempre lo vi de perfil”, aseguró el testigo que describió al ser de la siguiente manera: se mantenía erguido sobre sus cuatro patas y el cogote era de color blanco. No hay ningún animal así por la zona, pero lo mas extraño fue que tenía prominencias en la cabeza, me daba la sensación que eran orejas del mismo color del cogote. El resto del cuerpo era oscuro. Lo miré con la mira telescópica y la cara parecía la de un “chivato”.
Al cabo de 15 minutos de observación, se decidió a tirar y cuando lo hizo, escuchó un extraño bramido y chillidos.
A esta altura cabe destacar que el arma con que disparó el testigo es un fusil calibre 30.06 de alto poder y le apuntó como todos los cazadores “a la paleta”. Aseguró que el ser dio un brinco y avanzó unos metros para luego salir a los saltos “como un canguro” y lo perdió de vista detrás de un grueso caldén. Descendió del apostadero y se acercó al árbol con cierta desconfianza pero no lo vio, por lo que decidió volver a la vivienda donde se acostó hasta el otro día, en que comentó el episodio al encargado.
Una rápida recorrida por la mañana sólo dio con una única pista: un pequeño montículo de sangre coagulada, pero no más rastros.
Otros cazadores expresaron que con semejante disparo, un ciervo puedo caminar o correr 200 o 300 metros a lo sumo. Una batida por los montes de los alrededores no arrojó resultados por lo que el episodio quedó sumido en un hondo misterio y en la esperanza de hallar al extraño ser durante algunas de las recorridas posteriores, cosa que con el paso de los años, no han arrojado resultados.
En este mismo lugar, al día siguiente, un cazador observó la presencia de dos extraños seres con “ojos rojos” que se acercaron al apostadero y emitían un extraño sonido que comparó al gemido de un perro. Pero definitivamente lo que más lo alteró fue sus grandes “ojos rojos”.
Sin dudas el oeste pampeano representa un gran misterio no sólo para los investigadores que tenemos la posibilidad de recorrerlo, sino también para los lugareños que por lo bajo rescatan historias increíbles sobre la presencia de extraños seres, naves que surcan el cielo sin el mínimo sonido en forma solitaria o en numerosas escuadras y la aparición de inexplicables huellas de distintas dimensiones en los lugares que se supone se detienen “los platos voladores”.
El hecho sucedió a mediados de septiembre de 2008, cuando el testigo _del que por expreso pedido reservamos la identidad_ se instaló en un cómodo apostadero a la espera de “un chancho jabalí o un ciervo”. La noche estaba clara alumbrada por una luna espectacular que por momentos da la sensación que tiende un manto celeste sobre el monte. “Fui a eso de las 10 de la noche y el “bicho” apareció cerca de la media noche”.
El testigo afirmó “no lo escuché llegar, me dio la sensación que venía flotanto… y se detuvo en la aguada”.
Aseguró que “no tomó agua en ningún momento” y que sólo permanecía mirando atentamente hacia la vivienda. Advirtió que el caballo “nochero” relinchaba nervioso en las inmediaciones como anunciando la presencia de algo extraño, mientras a la distancia se escuchaban los ladridos insistentes de los perros de la estancia.
“Siempre lo vi de perfil”, aseguró el testigo que describió al ser de la siguiente manera: se mantenía erguido sobre sus cuatro patas y el cogote era de color blanco. No hay ningún animal así por la zona, pero lo mas extraño fue que tenía prominencias en la cabeza, me daba la sensación que eran orejas del mismo color del cogote. El resto del cuerpo era oscuro. Lo miré con la mira telescópica y la cara parecía la de un “chivato”.
Al cabo de 15 minutos de observación, se decidió a tirar y cuando lo hizo, escuchó un extraño bramido y chillidos.
A esta altura cabe destacar que el arma con que disparó el testigo es un fusil calibre 30.06 de alto poder y le apuntó como todos los cazadores “a la paleta”. Aseguró que el ser dio un brinco y avanzó unos metros para luego salir a los saltos “como un canguro” y lo perdió de vista detrás de un grueso caldén. Descendió del apostadero y se acercó al árbol con cierta desconfianza pero no lo vio, por lo que decidió volver a la vivienda donde se acostó hasta el otro día, en que comentó el episodio al encargado.
Una rápida recorrida por la mañana sólo dio con una única pista: un pequeño montículo de sangre coagulada, pero no más rastros.
Otros cazadores expresaron que con semejante disparo, un ciervo puedo caminar o correr 200 o 300 metros a lo sumo. Una batida por los montes de los alrededores no arrojó resultados por lo que el episodio quedó sumido en un hondo misterio y en la esperanza de hallar al extraño ser durante algunas de las recorridas posteriores, cosa que con el paso de los años, no han arrojado resultados.
En este mismo lugar, al día siguiente, un cazador observó la presencia de dos extraños seres con “ojos rojos” que se acercaron al apostadero y emitían un extraño sonido que comparó al gemido de un perro. Pero definitivamente lo que más lo alteró fue sus grandes “ojos rojos”.
Sin dudas el oeste pampeano representa un gran misterio no sólo para los investigadores que tenemos la posibilidad de recorrerlo, sino también para los lugareños que por lo bajo rescatan historias increíbles sobre la presencia de extraños seres, naves que surcan el cielo sin el mínimo sonido en forma solitaria o en numerosas escuadras y la aparición de inexplicables huellas de distintas dimensiones en los lugares que se supone se detienen “los platos voladores”.