El diario La Nueva de la ciudad de Bahía Blanca, publicó una crónica que en su nudo más significativo, da cuenta de un hecho conocido como “abducción” por parte de un Plato Volador, interrumpida por la acción de un militar en actividad, esposo de la mujer, que estaba suspendida a medio metro del suelo, en un extraño clima en el que los testigos afirman se escuchaba un sonido grave “como de una máquina o un instrumento de viento”.
El autor
de la crónica intenta generar el clima en base a la situación de la pareja,
ambos participantes de un templo cristiano y con profunda fe. En su crónica, los
nombres de los protagonistas no son reales a fin de evitar el acoso de la
prensa amarillista, que sin dudar intentaría sacar provecho del suceso.
El
extraño episodio se habría producido en los primeros minutos del día 1 de abril
en el barrio Albatros XX de aquella localidad. La mujer se levantó de la cama
en un aparente estado de sonambulismo, con los ojos desencajados, según la
descripción de su esposo, caminó en camisón por un pasillo, retornó y luego de
abrir la ventana del dormitorio, salió a la calle, donde había un objeto
metálico, ovoide de gran tamaño, más de 50 metros de diámetro, que flotaba
sobre su cabeza y llenaba de luz el lugar.
Una
vecina observó la escena y brindó su testimonio en el que también destacó el
envolvente sonido grave en toda la zona, mientras el objeto permanecía suspendido
“a unos 100 sobre el barrio” estimó el esposo de la mujer que reaccionó “encandilada
y aturdida, con la respiración agitada, descalza, en camisón y en el medio de
la calle mirando hipnóticamente la luz, como si fuera un insecto”.
El esposo
de la protagonista despertó por el frío de la madrugada, advirtió la ventana
abierta y escuchó un grito desgarrador de su esposa. Salió corriendo a la calle
y el sonido “era ensordecedor” y destacó que “nunca
sentí un viento que viniese recto desde arriba y eso que he hecho campañas
antárticas, donde he visto y sentido sensaciones que no volví a ver ni sentir
en otro lugar, pero esto era tremendo…” y la vio suspendida a medio
metro sobre la calle.
“La vi así; la agarré de la cintura, la
abracé sin que toque el piso y entré corriendo a casa... “ aseguró el
testigo sin poder contener las lágrimas y enfatizó “para
mí lo vivido no es obra de Dios –defiende su fe el suboficial en
actividad– el Señor nunca pudo permitir esas
aberraciones…”
Cuando la
mujer reaccionó, se abrazaron llorando como chicos, mientras afuera, el sórdido
sonido comparable a un monótono mantra seguía aterrorizándolos. Más tarde
advirtieron que la mujer, en del cuello, debajo de la epiglotis, tenía un
cuerpo extraño, de consistencia metálica, que, al tocarlo con las yemas del
índice y el pulgar, parecía comenzar a vibrar.