La presencia de naves desconocidas que
se desplazan en los océanos no es un tema nuevo para quienes transitan por ese
espacio. Pero muy poco se sabe al respecto de extrañas experiencias. Hace 60
años el tema fue abordado por los medios de comunicación nacionales con una
amplia cobertura pero… de ahí en más, todos los incidentes han sido “tapados”
por directivas poco conocidas. Por eso extrañó que el CEUFO hiciera referencia
con lujos de detalles al incidente que involucró a un pesquero argentino hace
dos años. Mediante una sección especial de este sitio que denominaré “LA
MÁQUINA DEL TIEMPO” rescataremos algunos episodios.
Hace 60 años aparecieron en el radar
navegando en el Mar Argentino. Se les llamó OSNI: Objeto Sumergible No
Identificado. La Marina de Guerra realizó un ataque masivo a estos sumergibles.
Nunca se supo su procedencia, si alguno de los proyectiles había dado en el
blanco o si verdaderamente existieron. Hoy inquietan las sorprendentes
versiones sobre su origen
En mayo de 1958 la Armada efectuó el
primer avistaje de un submarino, en cercanías de Puerto Nuevo, en pleno
Mar Argentino. El presidente Arturo Frondizi, que había asumido en mayo de
1958, comunicó en conferencia de prensa realizada en el Salón de los Acuerdos
de Casa de Gobierno que como no hubo forma de identificarlo ni la nave
contestó las advertencias dadas en tal sentido, se procedió a atacarlo. No se
pudo verificar si había sido alcanzado por algunas de las cargas de profundidad
que cuatro buques de guerra le arrojaron. El primer mandatario destacó a la
prensa que el área era estratégica para el país, no solo por la facilidad para
la navegación sino porque se pensaba convertir a la zona en un gran centro
industrial.
En octubre de 1959 fue avistado
nuevamente un submarino de gran porte al que tampoco se había podido
identificar, y que según los radares navegaba por la misma zona en la que se
había registrado el episodio anterior.
Durante ejercicios militares realizados
el 30 de enero de 1960, de los que participaban los cruceros 9 de Julio,
General Belgrano y Argentina, y los destructores Buenos Aires, Entre Ríos,
Misiones y Santa Cruz, se detectó al noroeste de Puerto Cracker, en el Golfo
Nuevo, la presencia de uno o más submarinos porque, intermitentemente, el
radar indicaba que navegaban juntos. Vanos fueron los intentos de lograr
algún tipo de reconocimiento. No respondían a las comunicaciones radiales y las
misteriosas naves carecían de cualquier nomenclatura que pudiera
individualizarlas. Se insistía en que podía ser una nave de tipo “21”, de las
fabricadas durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania. Y nada más.
Por tal motivo, comenzó a
denominárselas “O.S.N.I.” (Objeto Sumergible No Identificado). Lo
único comprobable es que el submarino por momentos era detectado y de
pronto desaparecía para volver a hacerse ver en otro punto no muy lejano.
De la lectura de los diarios de aquellos
días se desprende la magnitud de este enigma. Se describían las acciones y
las notas eran acompañadas por infografías sobre cómo actuaban, por ejemplo,
las cargas de profundidad y se ilustraba con mapas detallados el área del
conflicto.
El radar de los buques de la armada
indicaba que los submarinos navegaban juntos. Vanos fueron los intentos de
lograr algún tipo de reconocimiento. No respondían a las comunicaciones
radiales y las misteriosas naves carecían de cualquier nomenclatura que pudiera
individualizarlas
La Armada organizó un vasto operativo.
El contratorpedero Cervantes y los patrulleros King y Murature colocaron
minas a lo largo de los 16 kilómetros de la boca del golfo, mientras hombres
rana buceaban por los alrededores. Infantes de Marina habían sido apostados a
lo largo de la costa, quienes veían por la noche cómo el golfo se alumbraba con
las bengalas y con los reflectores que barrían la zona. Hasta se
instalaron boyas con sensores de sonido.
Antes de lanzar el ataque, se desviaron
las rutas comerciales aéreas y marítimas y se desalojó del lugar al periodismo
que observaba con atención las maniobras. Se generó un entredicho porque
periodistas de las revistas extranjeras Life y Time, habían
alquilado un avión y sobrevolaban la zona sin control, pero fueron obligados a
aterrizar y les secuestraron el material fotográfico. El tema era tapa de
todos los medios del país y del exterior.
Durante ejercicios militares realizados
el 30 de enero de 1960, de los que participaban los cruceros 9 de Julio,
General Belgrano y Argentina, y los destructores Buenos Aires, Entre Ríos,
Misiones y Santa Cruz, se detectó al noroeste de Puerto Cracker, en el Golfo
Nuevo, la presencia de uno o más submarinos
De la operación, que comenzó el 11 de
febrero de 1960, participaron 13 buques y 40 aviones. Se llevaron a
cabo ataques con cargas de profundidad, que se arrojaban cada diez
minutos. No se supo si habían dado en el blanco. Ese mismo día arribaron
al país especialistas norteamericanos en guerra antisubmarina, encabezados por
el capitán Ray M. Pitts, quien se puso a disposición del vicealmirante Alberto
Vago, jefe de Operaciones Navales. El norteamericano debió aclarar que su
misión era solo la de asesorar, aunque todos sabían que su interés, iba mucho
más allá de un mero observador.
Causó sorpresa al día siguiente cuando
se detectó la presencia de otros dos submarinos que aparecían en el sonar. Así
ocurrió hasta el día 20, en que emergían a nivel de periscopio y desaparecían
con la misma rapidez. Cuando el día 21 se registró un nuevo avistaje, la
Marina lanzó torpedos guiados electrónicamente. Como ninguno dio en el blanco, la
aviación lanzó bombas mientras la artillería, desde tierra, barría la zona.
Lo único que se sacaría en limpio fue la
detección, por momentos, de un periscopio y algunas manchas de aceite. Eso
sería todo.
Paralelamente, la diplomacia argentina
se movía frenéticamente. Chequeó con diplomáticos de Estados Unidos, de la
Unión Soviética, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia y Holanda, más una
veintena de otros países para preguntarles si los submarinos les
pertenecían. Todos lo negaron.
¿Estos sumergibles podrían ser rusos en
tareas de espionaje? El agregado militar de la URSS en Buenos Aires,
socarronamente respondió que “lo único que van a matar es un montón de
peces”. La famosa Guerra Fría estaba en su apogeo, en la que los militares
argentinos ya se habían pronunciado por la defensa del “occidente libre y
cristiano”. Los ingleses, vecinos usurpadores de las Islas Malvinas, también se
apuraron en despegarse.
En total, la Armada contabilizó
siete avistajes. Después de este ataque, los submarinos no volvieron a
aparecer.
Se dio lugar a las más variadas
especulaciones: ¿fue una cortina de humo de Casa Rosada para tapar otros
problemas de política interna? ¿Eran submarinos nazis que transportaban a
jerarcas que intentaban ocultarse en estas latitudes? ¿Formaba parte de
una operación de la Armada para adquirir nuevo armamento? ¿Eran realmente
submarinos de otros países realizando tareas de espionaje? Hasta los estudiosos
del fenómeno OVNI aseguraban que se trataba de naves de otros planetas y
sus teorías ocupaban las tapas de los diarios.
El capitán Pitts afirmaría al
diario New York Times, una vez concluida la operación, que había
suficiente evidencia de que se trataba efectivamente de un submarino, pero que
no estaba autorizado por la superioridad a brindar más detalles. El ataque de
la Armada a los submarinos fantasmas en la tapa de los diarios
La historia de los submarinos terminaría
tapada por problemas más acuciantes. El gobierno afrontaría en los meses
siguientes serias convulsiones políticas y económicas, sin contar 34 planteos
militares, que terminarían con su derrocamiento en marzo de 1962. Esa grave
crisis institucional dejaría en el olvido el misterio de los submarinos, que
nadie pudo resolver. Y que hoy es solo una anécdota, aunque lugareños de la
Patagonia, especialmente de la zona de las maniobras, aseguran que “algo fue
capturado” y los más osados afirmaban que “era un plato volador” que obviamente
fue “donado” para que lo estudiaran en los Estados Unidos. El tiempo, la
memoria y los recuerdos de la generación intermedia permitieron rescatar parte
de una historia que… no fue la última, porque los OSNI, siguen presentes en las
costas de la Patagonia Argentina.