19.8.09

Tras los restos del OVNI



CEUFO en el norte de La Pampa:

Muy cerca de un pueblo, a escasos kilómetros, se encuentran evidencias de un mentado suceso OVNI.

Investigar sucesos OVNI significa darse de frente contra una serie de sensaciones. Recopilar datos, analizarlos y clasificarlos, conllevan a fijar la atención en busca de posibles conclusiones.
El dato complementario había surgido a raíz de otra investigación por mutilaciones y sonaba contundente. No era despreciable y las averiguaciones pertinentes eran positivas. En inmediaciones de una población norteña, donde también dicen observar seres, había caído un OVNI.
La evidencia es pura pero a su vez, asocia extraños silencios. El trato dispensado por los informantes es franco, pero el respeto por el dueño de la estancia parece mayor.
A decir de muchos, La Pampa hace varios años ha sido protagonista de una importante historia relacionada al fenómeno, y las presunciones de la investigación, surgen por testimonios de quienes así lo aseguran.
Hasta allí fuimos. Es día sábado, 09:30 horas y en el pueblo, invade el silencio. La mañana de Julio es fría y tras cruzar las vías del ferrocarril, en la entrada del lugar solo hay árboles y dos caminos. Al costado derecho un hombre en su terreno. Él viste ropas sucias y acarrea leña. Se ve que es un típico viejo de pueblo. Saludamos y con cierta timidez nos corresponde mientras continuamos camino a la Comisaría.
Mí amigo se baja del auto y entra con cierta confianza. Conocía al agente. En aquel lugar, solo un policía muy abrigado asoma del interior y sonríe. “¿Hay más animales mutilados o vienen tras los OVNIS?” expresó. “Veo que hoy andas acompañado”. Y entonces Quique nos presentó. El policía entusiasmado por la sorpresiva visita continuó diciendo “Anoche anduve de patrulla por los caminos con mi compañero y no vimos nada”. Sin embargo en su relato, también deslizó un cejo de temor. Los hechos sucedidos años atrás a un colega se rememoran y detallan. Tal parece, aquel profundo cañaveral encierra secretos y aún da que hablar.
La charla se extiende por minutos sobre el tema y en apuros, mí amigo pide permiso para ir al baño. “No tenemos” contestó con vergüenza. En tiempos modernos, la comisaría ubicada enfrente de la plaza, no tiene sanitario y tampoco calefacción.
Desde la entrada se percibe olor a humedad y se escucha por lo bajo la radio VHF. El viento leve del oeste se hace notar en nuestros cuerpos, el suelo de las calles se ve helado y en el terreno vecino, un solitario perro se asoma. Parece manso y no ladra. Es indiferente a las visitas.
El policía nos recuerda que es fin de semana y que la gente duerme hasta bien entrada la mañana. Incluso el intendente. Persona que buscábamos para que nos brinde precisiones del lugar donde se supone, hay restos de un OVNI. Igualmente el servidor público precisa dos posibles lugares y admite haber oído la historia. Se muestra entusiasmado y entre detalles menores nos explica que el dueño de la estancia no vive aquí y es un tanto serio.
La comunicación sirvió para elevar el ego y acrecentar las ilusiones de encontrarnos con partes de un objeto extraño, para lo cual, había que solicitar permiso a un encargado de baja estatura apodado Peter. “No lo confundan” acotó sonriente, y tras el saludo de despedida, partimos hacia San José.
Al parecer los pueblerinos respetan al dueño de la estancia, y a juzgar de algunos comentarios, se lo considera poco sociable. Un detalle para tener en cuenta y con el, la posibilidad de resistencia.
A pocos kilómetros del poblado los caminos se nos hacen difíciles para transitar. Igualmente continuamos y hasta aquel lugar, nuestras teorías invadieron diálogos. La importancia estratégica de encontrarnos con material se constituía en una necesidad que ayudaría en otras investigaciones. Sería muy importante poder encontrarlo y sin dudas, daría que hablar.
El monte de eucaliptos y otras especies es muy espeso, y tal lo expresara el servidor público, las construcciones asoman en medio de pocos pastos verdes y marrones apagados. Ver el taller, la casa del encargado y el casco principal remite a tiempos antiguos. Hay herramientas por doquier y una persona que asoma de la casilla complementa el panorama mientras el reloj avanza.
Tras la presentación de rutina, el hombre dice ser contratista y continúa su tarea. Entendemos no imagina nuestra intención, y decididos a esperar, volvemos al auto a trabar conversación.
Cerca de las 10:30 horas, pacientemente un hombre asoma su silueta montado un tordillo sudado. Presumimos es Peter. Bajamos y nos presentamos. Aquel jinete cincuentón, amable y sorprendido dijo ser el encargado. “¿Que buscan?” preguntó. Y luego, expresó vivencias nocturnas con luces que dice ver. “Estrellas que caen, meteoritos, platos voladores. Vaya uno a saber” Más de los acostumbrados relatos y experiencias que solemos recoger.
Señalando con el rebenque empuñado en la derecha dijo: “El lugar es aquel”. Vayan por la calle de acá tras, y allá en el médano donde hay un montecito, puede ser que aya algo”. Nuestros rostros sonrieron, pero el paisano petiso clavó la duda.
Nos dirigimos esperanzados. Detuvimos la marcha y presurosos cruzamos doble alambrada del ferrocarril. Imaginábamos la evidencia y a pasos agigantados partimos hacia el lugar indicado. Un único monte de álamos sobre el médano se destaca en la llanura. Está a unos 700 metros y no es muy grande. La cobertura natural contrasta con la pastura. Sin dudas, hasta aquí, es el lugar indicado.
Nuestra presencia no es ajena y los animales alertados huyen. Un lote vacuno con sus crías se ven bien alimentados, y el detalle del terreno denota claramente que en otros tiempos no ha escapado a la inundación. No dudamos y caminamos sin perder la guardia. Un toro vigila con ganas de arremeternos.
Comenzamos a palpitar el posible contacto y en la trepada, ya podemos advertir árboles caídos. Se aceleran las pulsaciones y no hablamos. La geografía acompaña y es coincidente con las descripciones. El médano irregular es único en la llanura y está inactivo sujeto por raíces de álamos. La periferia es uniforme y hacia adentro en la depresión, una notoria franja orienta troncos hacia el oeste volteados con violencia. Quebrados y quemados.
Allí, en medio de la curiosa devastación, también hay retoños que cierran el conjunto con los de mayor antigüedad, quizás contemporáneos de los caídos. Troncos esbeltos y altos sugieren haber caído por otras causas. No hay signos de intervención del hombre, y del pronto análisis, se desprenden otras teorías. Es poco probable que la acción del viento abra una estrecha brecha hacia el oeste, y además, absolutamente todos, han sido quebrados. Raro, muy raro. Los de la cresta son los más expuestos y están en pié, los de abajo, amputados.
En una misma dirección yacen cientos de árboles, pero a la vista, ningún material en concreto. La evidencia que buscábamos no está en la superficie como decían. Entran las dudas y nuestras ilusiones se derrumban. No es la primera vez.
La búsqueda continúa y al regreso, los testigos aseguran que el hecho ocurrió. El pueblo ya está en movimiento y pronto se ha corrido la voz. Es medio día y se observan pequeñas reuniones de vecinos en las calles. No disimulan. Todos nos miran al pasar y saludan. Saben que hacemos.
¿Guardarán algún secreto? Seguramente sí y no lo sabemos. Nos queda la satisfacción de ser bien recibidos y reconocidos, aunque, de momento, nuestro principal objetivo no ha sido logrado. Previamente Lily, Quique y yo habíamos reparado en detalles y tomado las precauciones necesarias confiados en hallar un material de alto valor científico.
Hoy sin embargo, solo cuenta la experiencia. No todo está perdido, y de hecho, haber estado en el lugar amerita cuento.
(Especial de Fabián Romano. CEUFO)